En un sector asegurador que evoluciona constantemente, el colaborador externo se está consolidando como una figura estratégica para muchas corredurías. Su presencia puede representar una clara ventaja comercial, pero también implica riesgos si no se gestiona con criterios profesionales y éticos.
Colaborador externo: Una extensión comercial con alto potencial
Contar con colaboradores externos permite a la correduría aumentar su capilaridad territorial, reducir costes fijos y llegar a nichos de mercado más específicos. Bien gestionados, estos perfiles aportan cercanía, experiencia en su zona de actuación y la capacidad de captar clientes que, de otro modo, estarían fuera del alcance comercial directo.
Sin embargo, no todo son ventajas: el colaborador externo actúa en nombre de la correduría, lo que implica que su manera de trabajar repercute directamente en la imagen de la empresa. Una gestión inadecuada puede deteriorar la confianza del cliente y dañar la reputación del corredor. Por eso, es clave establecer filtros de acceso, procesos de formación continuada y mecanismos de control que garanticen un servicio homogéneo y de calidad.
Riesgos de una mala gestión de un colaborador externo
Si no se definen bien los protocolos de actuación, los límites de responsabilidad o los canales de supervisión, la figura del colaborador externo puede convertirse en una fuente de problemas. Entre los riesgos más comunes se encuentran:
- Falta de alineación con los valores y procesos de la correduría.
- Desactualización en cuanto a normativa y productos.
- Comunicación deficiente con los clientes.
- Conflictos por solapamiento de funciones o intereses.
La gestión activa de esta figura no es opcional, especialmente en un entorno cada vez más regulado y competitivo.
El impacto de los fondos de inversión en el sector
En los últimos años, el desembarco de fondos de inversión en el sector asegurador ha provocado una creciente tendencia hacia la concentración y la estandarización. Muchas corredurías están siendo absorbidas por grandes grupos, lo que ha favorecido modelos comerciales menos personalizados y más orientados al volumen.
Esta dinámica puede chocar con las expectativas reales de los clientes, que siguen valorando la cercanía, el trato humano y la especialización. En este contexto, el colaborador externo bien formado y gestionado representa una excelente vía para mantener esa proximidad sin renunciar a la escalabilidad comercial.
Claves para sacar el máximo partido al colaborador externo
Para que la figura del colaborador externo se convierta en un verdadero activo comercial, es imprescindible acompañarla de una gestión eficaz y estructurada. No basta con sumar perfiles a la red: se trata de integrar profesionales comprometidos, alineados con los valores de la correduría y capacitados para ofrecer un servicio de calidad. A continuación, se detallan algunas claves que permiten optimizar su rendimiento, minimizar riesgos y garantizar una relación beneficiosa para ambas partes.
- Establece criterios claros de selección: experiencia, valores, conocimiento del sector.
- Invierte en formación continua: normativa, productos, habilidades comerciales.
- Ofrece herramientas tecnológicas accesibles para facilitar su trabajo.
- Crea sistemas de seguimiento y evaluación periódicos.
- Fomenta una relación basada en la confianza y la transparencia.
En definitiva, el colaborador externo es una herramienta comercial valiosa, siempre que su incorporación se acompañe de una estrategia de gestión profesional. En un momento en que la regulación se intensifica y la competencia se transforma, integrar esta figura con criterio puede marcar la diferencia entre crecer o estancarse.
El secreto está en no improvisar: un colaborador externo no es un simple captador, sino un embajador de la marca. Y en un entorno donde el cliente busca atención personalizada, rapidez y soluciones adaptadas, esta figura puede ser clave para que la correduría siga siendo competitiva y relevante.
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